La inveterada
“preocupación” de los gringos
*Miguel Ugas
Ya para los venezolanos, sobre todo para quienes no tenemos
vocación de pitiyanquis (Mario Briceño Iragorri), se ha hecho una costumbre
observar como los gobiernos estadounidenses expresan su injerencista inquietud
acerca de la situación política nacional.
Cada cierto tiempo, voceros gubernamentales estadounidenses
dejan caer ante los medios una declaración o una nota de prensa denotando la “preocupación”
de EEUU, es decir, de su gobierno, acerca de la realidad nacional, por
supuesto, siempre en tono de observación, de reclamo o de amenaza a nuestras
legítimas autoridades. Y ello sin que
nadie, a nivel oficial, haya solicitado tal opinión; simplemente se asume, a motu proprio, el derecho de abrogarse
la potestad de opinar sobre los asuntos internos de nuestro país.
Cuando no es el mismísimo Presidente, o el secretario de
Estado, o el subsecretario de Estado para América Latina, el jefe del Comando Sur, o el de la Cuarta
Flota, surge algún funcionario de medio pelaje de la secretaría de prensa de la
Casa Blanca, del Pentágono o del Departamento de Estado manifestando el
infaltable enfoque yanqui sobre determinado aspecto del acontecer nacional.
Hipocresía gringa
En la más reciente oportunidad, el 28 de octubre, el vocero
de la consabida preocupación gringa fue Josh Earnest, portavoz de la Casa
Blanca, quien, en rueda de prensa, manifestó: “Seguimos preocupados por la
situación en Venezuela y seguimos
urgiendo al Gobierno y al pueblo venezolano a resolverla a través de la
negociación, sin recurrir a la violencia”. Una expresión aparentemente neutra,
en la que se aboga por el diálogo, pero, evidentemente, está cargada de veneno,
pues, intenta contraponer al gobierno, por un lado, y al pueblo, por otro, como
que sí el gobierno no fuese expresión del pueblo venezolano.
Pero, lo que realmente hay que resaltar en la inveterada
preocupación gringa es la hipocresía que la envuelve, porque si algo debemos
tener claro los nacidos al sur del Río Grande, a la luz de la historia, es la
práctica de los gobiernos imperialistas estadounidenses de desarrollar una
política dual, ambigua, en su relación con los pueblos y naciones
latinoamericanas y caribeñas.
Mientras, muestran una postura aparentemente suave, condescendiente
pero intimidante, por otra parte, asoman
la real política de la intromisión y la agresión directa. Es la práctica
conocida como la de la zanahoria y el garrote que tantas veces han puesto en
acción, de acuerdo con las circunstancias, con
la región latinoamericana y caribeña que, desde hace dos siglos, han
venido considerando como su patio trasero, o se doblega o la someten.
En nuestro caso, durante el período chavista la dualidad
estadounidense se ha manifestado de manera permanente sin llegar, aún, a la
agresión directa pero ha estado allí como espada de Damocles con su amenaza
latente y lacerante.
Orden Ejecutiva
Todavía está fresca la imagen chambona y grotesca de aquel
embajador yanqui, Charles Shapiro, a quien la dirigencia opositora no
escatimaba gestos para demostrarle su genuflexión, haciéndose presente en
Miraflores, en las primeras de cambio, para reconocer como Presidente, al
espureo e indecoroso Pedro, el breve, Carmona, en los infaustos días de abril
de 2002. Ese embajador, el 11 de abril,
era el que le daba órdenes directas, por vía telefónica, al mando (Vivas y
Forero) de la policía metropolitana para que reprimieran de manera cobarde e
inmisericorde a ambos bandos del pueblo caraqueño y al mismo tiempo, se
mostraba ante los medios de comunicación, exigiéndole al gobierno bolivariano
del Comandante Chávez, un comportamiento democrático y respetuoso de los
derechos humanos; imposible, más dualidad.
En la actual coyuntura, cuando se agudiza la tensión en el
país, en la que los sectores apátridas
opositores, apoyados y financiados por el gobierno estadounidense, a través de
la USAID y tantas otras agencias injerencistas, mantienen en jaque al gobierno
chavista y legítimo de Nicolás Maduro, cuando sobre el país pende la Orden
Ejecutiva de Obama en la que se califica a Venezuela como una amenaza para la
seguridad de los Estados Unidos, cuando el Comando Sur mueve sus piezas como tenaza amenazante y mantiene un arco de
bases militares alrededor del territorio nacional, cuando todo ello y más
acontece, el gobierno estadounidense, con su disfraz de corderito, predica el
diálogo como fórmula para que los venezolanos dirimamos nuestras diferencias;
formula dialogante que los yanquis, realmente, no practican sino que utilizan
acomodaticiamente según sean sus intereses.
Declive imperial
Está claro que el imperialismo no deposita todos los huevos
en una única canasta, siempre maneja varios escenarios, priorizando en un
momento determinado, el que más convenga a sus objetivos estratégicos, que en
el caso venezolano, es el de obstruir y derrocar el proyecto bolivariano por lo
que este representa y proyecta hacia la región latinoamericana.
El imperialismo, en declive, producto de las contradicciones
que le son inherentes, a su pérdida de influencia en el mundo, en la que están
surgiendo nuevos polos de referencia que ponen en cuestión la hegemonía
norteamericana, no puede aceptar ningún atisbo de soberanía en lo que
históricamente ha concebido como su patio trasero, es decir, la zona de influencia
natural en la que se surte de materias primas, vuelca su mercadería decadente e
invierte sus capitales excedentes obteniendo pingues ganancias; imponiendo, sin
chistar, sus designios sin mayores contratiempos y utilizando el garrote cuando
así lo requieran las circunstancias.
Esto explica la arremetida desestabilizadora que han desatado
en contra de varios gobiernos progresistas del Continente y, en particular,
aquí en Venezuela donde no cesan de manifestar su “preocupación” por el
acontecer nacional pero sin dejar de azuzar la desestabilización con la que
aspiran reposicionarse del control del país que el arisco Chávez, caribe al
fin, les quitó de las manos.
*miguelugas@gmail.com