Toma de Caracas: parada insurreccional
*Miguel Ugas
Por
fin, el conglomerado político opositor, Mesa de la Unidad Democrática, MUD, a
través de su secretario ejecutivo, Jesús, (Chúo) Torrealba, anunció el trazado
de la acción que tienen pautada para el 1º de septiembre; operación que al
principio habían definido como una megamarcha y que ahora han terminado por
concebirla y denominarla como una toma, la Toma de Caracas, en la que el
tufillo insurreccional gravita como una constante.
En
rueda de prensa, Chúo Torrealba señaló siete sitios del área metropolitana que
han de servir de arranque a los marchistas opositores, provenientes de todo el
país, para luego confluir en un solo sitio de concentración cuya ubicación se
reservó para indicarlo en otro momento, cercano a la fecha mencionada.
No mera catarsis
Despejada
ya la incógnita del tipo de actividad que van a realizar falta ahora precisar
la intencionalidad con la que está revestida esta acción política, que,
evidentemente, no ha de limitarse a una mera catarsis mitinesca para satisfacer
los efluvios de opositores exaltados sino que tiene propósitos secretamente
delineados por quienes, en el máximo nivel, manejan el tinglado que mueve a la
oposición venezolana.
No
es que creamos que la dirigencia visible de la oposición local no disponga de
un margen relativo de autonomía frente a los grandes decisores, es decir, los
círculos imperiales que controlan los hilos de la derecha internacional,
incluyendo, por supuesto, a la venezolana, sino que, en última instancia, la
orientación de lo que termina por hacerse no lo delinean venezolanos (ni
siquiera líderes de la estatura de Betancourt y Caldera tenían esa potestad en
su época, menos los cagatintas de esta hora); es un problema de relación de
poder y de intereses de clases determinados en esferas que trascienden lo
meramente nacional.
De tal manera que, mientras, a cualquier
observador, atento con lo que acontece y tiene que ver con nuestro país, le
resulta relativamente fácil determinar la incidencia imperialista
estadounidense en esta operación, entre otras cosas, porque las mismas agencias
estadounidenses, sin muchos tapujos, haciendo gala de su prepotencia imperial, dejan
traslucir su intención injerencista, ostensiblemente, destinada a truncar
abruptamente el proceso político bolivariano.
Punto imperial
Como
muestras elocuentes, allí están, la desproporcionada Orden Ejecutiva de Obama,
de marzo del 2015 y ratificada este año, de calificar a Venezuela como una
amenaza a la seguridad exterior de los Estados Unidos, añeja práctica utilizada
por la élite de ese país para justificar sus propósitos expansionistas e
injerencistas contra los pueblos del mundo; y la más reciente, febrero de 2016,
con el informe del Comando Sur que,
explayándose suficientemente, con pelos y señales, marca, incluso, la actuación
de diferentes actores tanto a nivel internacional como local, en este caso de
la MUD, en el desarrollo de un plan táctico destinado a concretar el ansiado
anhelo de recomponer su influencia política en Venezuela y, con ello, en primer
lugar, reconquistar el control sobre las riquezas nacionales y, en segundo
término, apagar el impacto luminoso que ha significado la revolución
bolivariana entre los pueblos latinoamericanos y caribeños.
El
centro imperial actúa así, con impúdico desparpajo, a sabiendas, que su poderoso
aparato comunicacional le permite manipular a la opinión pública mundial y, con
ello, taparear y ajustar sus deleznables prácticas a la imagen que más se acomode
a sus aviesos intereses y, porque, además cuenta con la cómplice concupiscencia
de organismos multilaterales y de la derecha internacional dispuestos, siempre,
a plegarse a la voluntad imperial; con el ingrediente adicional que la
administración Obama tiene planteado zanjar lo que denominan la cuestión de
Venezuela antes de que concluya su mandato real, pautado hasta el próximo
noviembre, con las elecciones para designar un(a) nuevo(a) residente de la Casa
Blanca.
Por
supuesto, que el imperialismo en aras de sus propósitos planifica y actúa a
corto, mediano y largo plazo, manejando, a la vez, diversos escenarios, es
decir, no mete todos los huevos en un solo canasto, hasta llegar al punto de
inflexión, en el que procede a dar el zarpazo, como los tantos que han dado en
el sometido mundo; claro está esto no
indica que sea infalible, en más de un caso se han llevado un merecido chasco,
sin ir muy lejos, el proceso bolivariano es una prueba viviente y elocuente de
ello.
Y
creemos, ese es el planteamiento, que estamos frente al punto en que el
imperialismo intentará dar el nuevo zarpazo, para el cual ha venido hilando
pacientemente en estos últimos años; su nudo gordiano es la unión
cívico-militar que, en buena hora, supo armar la sabiduría estratégica de Hugo
Chávez Frías.
Deshojan los pétalos
La
MUD, dentro de su autonomía relativa, se debate en sus contradicciones
internas, signadas por las ambiciones particulares de las dirigencias de las
parcialidades partidistas que la conforman, a pesar de su manifiesta
obsecuencia ante el mandato imperial, no termina de delinear una única conducta
a seguir para la fase que se abre a partir del primer día del noveno mes del
año, y no es que no tengan disposición general a la parada insurreccional sino
que en su seno se mueven cálculos e intereses particulares que de alguna forma
les enreda la posición a tomar.
Mientras
los ultra radicales fascistas que anidan en su seno, Voluntad Popular, la gente
de María Corina Machado y grupos inconexos, como los de Lorent Saleh esparcidos
por el país, con sus nexos paramilitares, apartan el planteamiento sobre el
cacareado revocatorio y procuran forzar la barra reeditando la Salida inspirados
en el modelo ucraniano aplicado en la Plaza Maidán, Kiev, (2013-2014), que
culminó con el derrocamiento del gobierno constitucional; los otros factores
mudistas deshojan los pétalos de la frágil flor. Amanecerá el 1º de septiembre
y días subsiguientes y ya veremos qué pasa.
*miguelugas@gmail.com
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